El objetivo de este artículo consiste en analizar los espacios de sociabilidad formal impulsados por el liberalismo progresista en la fase final del reinado de Isabel II. Esa red de asociaciones respondía al propósito de expandir la organización del partido conforme al modelo que representaba la Tertulia progresista de Madrid en una coyuntura fundamental para la evolución de esa agrupación: tras la decisión de abandonar las vías legales en 1863, los progresistas apostaron por expandir su militancia y reforzar su cohesión por diferentes medios. En este sentido, las asociaciones progresistas cumplieron funciones similares a las que, en los mismos momentos, impulsaron los republicanos. Por eso, puede argumentarse que también funcionaron como “escuelas de ciudadanía” y, al mismo tiempo, contribuyeron a renovar el proyecto progresista.