Nuestra constitución reconoce a los partidos políticos un papel esencial en el sistema al caracterizarlos como el instrumento fundamental para la participación ciudadana. En el ejercicio de la representación política esto se traduce en una posición de absoluta prevalencia de estas organizaciones sobre la figura de los individuos, cuyos derechos subjetivos se encuentran condicionados en su ejercicio por la disciplina que ejercen los partidos en todo momento del proceso, ya sea de manera directa o a través de los grupos parlamentarios en los que se proyectan dentro de los parlamentos. Esta circunstancia merece ser analizada desde un punto de vista esencialmente reflexivo para evidenciar cómo las previsiones teóricas o normativas chocan con la realidad de una práctica que se desarrolla si no al margen, sí al límite del Derecho